El economista Fran Coll coge la lupa de Metrópolis Daily.
Inmersos en la euforia que viven un sinfín de personas en todo el mundo por la victoria de Joe Biden, así como la derrota, y consecuente salida de la Casa Blanca, del magnate y expresidente Donald Trump, la semana ha pasado de largo sin dejarnos apenas tiempo para situar determinados debates económicos en la tribuna pública. Debates económicos que, aun habiendo pasado desapercibidos por la atención prestada al que hoy se erige como el nuevo líder de los Estados Unidos, condicionan el futuro de nuestra economía, así como el de nuestra sociedad.
Y es que, mientras las televisiones se inundaban de imágenes en las que el nuevo mandatario norteamericano juraba su cargo ante una multitud, esta vez, digital, la OCDE se pronunciaba sobre la recuperación que muestra, en estos momentos, la economía española, así como el resto de las economías integrantes; todo ello, a la vez que se debatían aspectos muy relevantes para la sostenibilidad de nuestras finanzas públicas como es el asunto de las pensiones en el país. Una situación que no debería extenderse, pues las reformas se acumulan y el deterioro es cada vez mayor.
En este sentido, lo que muestran los últimos informes que publica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en lo que a la recuperación económica de los países miembros se refiere, es que la economía española, a diferencia de otras economías homólogas, no presenta esos signos de recuperación que cabía esperar. En este sentido, el indicador compuesto que publica periódicamente el organismo sitúa a España entre las economías que, aun habiendo experimentado una leve mejoría, más se descuelga de la recuperación que están experimentando un gran número de países del bloque.
Así pues, debemos ser conscientes de lo que supone esto, pues el hecho de presentar un comportamiento procíclico, como el que muestra la economía española, igual que nos lleva a crecer a un mayor ritmo en periodos en los que la economía se expande, nos condena a una recuperación más gradual y, por ende, tardía, en situaciones de crisis. Esto, en la pasada crisis, provocó que España, entre otras consecuencias, no recuperase los niveles previos hasta pasados 9 años de la Gran Recesión. Una recuperación que en el caso de Alemania u Holanda, se dio en un plazo de entre 2 y 4 años.
Así pues, el deterioro que muestra nuestra economía es un claro condicionante para la recuperación, y aunque la crisis sanitaria se haya podido “controlar”, lo cierto es que España acusa un deterioro que dificultará la recuperación. Asimismo, en un escenario en el que, siendo la economía que más empleo, así como empresas, ha destruido durante la crisis de toda la Unión Europea, también era de las que peor entraba en esta crisis. Y es que, como digo, hablamos de una gran pérdida de capacidad productiva, en adición a esa mala situación que nos ha limitado por el escaso fondo de maniobra, obligándonos a desequilibrar nuestras finanzas hasta límites insospechados.
Pero si cabía una situación más complicada, las pensiones han apostado porque así sea. La situación que estas presentan ya es más que insostenible. El déficit que muestra dicho sistema está condenando a las generaciones venideras a periodos de ajuste tan severos que lo mejor que podía pasarle al país sería un deterioro del Estado de Bienestar, en pro de unas mejores pensiones. Sin embargo, como sabemos, aun reduciendo el bienestar de la población, la situación de las pensiones es ya tan insostenible que, aun dándose cambios, difícilmente podrá corregirse fácilmente. Eso sí, esto no debe ser un aliciente para seguir aplicando reformas en forma de parche, y no reformas integrales que doten de sostenibilidad a un sistema hoy quebrado.
En esta línea, muchos son los debates que deben plantearse. La situación del empleo en el país; la precariedad y la temporalidad laboral; la vulnerabilidad de nuestro tejido productivo; la reforma educativa, así como la propia ayuda europea para la llegada de todas esas reformas son debates que, en la línea de los anteriores, debería plantearse la clase dirigente en nuestro país. Ya son muchos años desoyendo los avisos, habiendo dado lugar a que la economía española registre la mayor tasa de paro juvenil de Europa, a la vez que íbamos haciendo de nuestro mercado laboral un mercado menos dinámico y capaz, por lo que no podemos seguir “haciendo oídos sordos”.
Recuperar la economía, en el caso de España, no debe ser caer en la autocomplacencia de volver a los niveles previos que esta mostraba en momentos previos a que se desatase la pandemia; recuperar la economía no es crecer a ritmos del 7% en los próximos años. Recuperar la economía española, para que nos hagamos una idea, es aplicar todas esas reformas que en las próximas crisis nos doten de robustez, con el fin de mostrar un comportamiento similar al de otras economías líderes. Pues de no aplicarlas, la historia está condenada a repetirse.
Fran Coll | Economista