
Se cumple un mes de confinamiento ante el estado de alarma decretado por el gobierno el pasado 14 de marzo, para hacer frente al COVID-19. Un tiempo en el que hemos tenido que readaptar nuestras vidas y aprender a deshacer rutinas y costumbres, más si cabe en una sociedad, como la española, acostumbrada a hacer su vida en las calles.
La prolongación de esta situación excepcional hace que emocionalmente, para algunos, la cuesta cada vez se haga más complicada de subir. Los efectos del confinamiento, el desgaste de estos días, provocan cuadros de estrés, temor (no sólo al virus, sino a las consecuencias económicas que de esta crisis se puedan derivar), ante la incertidumbre de no saber cuánto durará esto. A todo ello, se suma la soledad, las relaciones conflictivas condenadas a entenderse en 50 metros cuadrados o cuadros de depresión agudizados ante una situación tan excepcional.
En ‘El Día Menos Pensado’ de Alberto Huertas, hablamos con María Guerrero, doctora en psicología y presidenta del Teléfono de la Esperanza en Murcia para conocer los efectos del confinamiento.