OPINIÓN | ‘De cómo se impone un relato político falso’, por Mar Rodríguez (asesora en Comunicación Política)

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Como ya les conté el otro día, hoy por hoy tan importante es aplicar una política como construirle un marco mental que la justifique por muy falso que este sea. El ejemplo más claro en España lo tenemos en el relato independentista catalán, un relato construído poco a poco durante años mediante el que se han ido transmitiendo ideas, falsas historias e incluso creando identidades.

Y es que un buen relato, bien armado y bien transmitido, seduce a las masas, las mueve emocionalmente e incluso, en este caso, las enfrenta en un nosotros y ellos.

Está claro que la batalla de las ideas y los argumentos la gana quien propone las mismas y en Cataluña ha ido forjándose un discurso de enfrentamiento, de soberanismo y de odio entre iguales precisamente propuesto por aquellos que querían venderlo e inculcar la necesidad de aquel referéndum ilegal inoculando a los sectores independentistas la necesidad de separarse del resto del Estado español utilizando eslóganes tan falsos como el famoso “España nos roba”.

Obviamente, este relato está forjado desde arriba, desde la clase dirigente, hacia abajo, que ha ido abonando el terreno desde la venta de su mensaje en forma de adoctrinamiento haciendo creer al pueblo una historia de Cataluña completamente inventada, hasta hacerlos salir a las calles a reivindicar que tienen derecho a decidir su autodeterminación ante el Estado opresor.

De esta manera, los propios relatores han construido una potente industria, porque el independentismo es una industria; hay quien puja por la independencia, hay quien
coquetea con ella y hay quien está en contra; de la que vive mucha gente; genera empleos y subvenciones, y llena de significado muchas vidas. Es una industria sólida cuya existencia depende, paradójicamente, de no alcanzar su objetivo porque ¿qué pasaría con toda esta industria si se lograra la independencia?

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