El biólogo, profesor y novelista, Jerónimo Tristante, coge la lupa de Metrópolis Daily.
Mi madre, que espero me vea y escuche donde quiera que esté, me decía de joven, cuando me ponía cabezón y me emperraba en cosas que eran imposibles, que no se podía soplar y sorber. Y eso, y no otra cosa, es lo que están intentando nuestros políticos. Quieren contener al coronavirus sin tomar medidas de contención.
A diferencia de los políticos europeos que con datos de incidencia menores que los nuestros, toman medidas restrictivas, nuestros gobiernos, y digo el nacional y el regional, siguen sin entender que la mejor medida de protección económica es parar la progresión del virus. Si hay una pandemia y aún no has vacunado, la única medida posible es evitar que se reúna la gente. Punto.
Yo estoy a diario en un instituto donde se dan cita 1000 alumnos, pero en la acera de al lado no se pueden reunir más de 6 personas ¡al aire libre! Soplar y sorber. Y claro, no les sale. Y cuando no les sale y se dispara la pandemia tienen la poca vergüenza de echar la culpa a la población por su irresponsabilidad.
No gestionan de manera racional, no protegen las vidas y menos, a la economía, ellos creen que gestionar una pandemia es ir improvisando y eso sí, controlar los mensajes que llegan al ciudadano, la información, que en eso si se ponen de acuerdo. Tienen muchos mantras y han sido tan exitosos como falsos: “en las escuela no hay contagios”, “salvar la Navidad”, “convivir con el virus” o “en el metro hay cero contagios” son algunos ejemplos. Y mientras tanto hay un sector muy amplio de la población que carece de una básica información científica y se deja engañar, que quieren que todo sea normal cuando no puede serlo. Y en lugar de tener una gestión de la pandemia medianamente aceptable vamos sufriendo estos dientes de sierra, colocándonos cada uno de ellos en registros récords de incidencia cuando, a estas alturas, deberíamos estar vacunando eficientemente a la población.
Nuestra clase política ha evidenciado su falta de preparación y su gran talento para manipular con mentiras a la gente. Cómo envidio a los alemanes, ojalá tuviéramos una Merkel.