El biólogo, profesor y novelista, Jerónimo Tristante, coge la lupa de Metrópolis Daily y la pone sobre los sinsentidos que, en ocasiones, se producen en mitad de una pandemia. Por ejemplo, en el ámbito educativo.
Hola familia, el que suscribe y sus compañeros docentes, andamos aparte de jodidos, estupefactos y dubitativos porque no terminamos de entender qué está pasando.
Cada día que sale el sol me encuentro en la sala de profesores con hasta dos o tres nuevos compañeros, desconocidos, recién llegados que sustituyen a otros que no están. Por primera vez en la historia se ha agotado la lista de interinos en octubre y van a buscar a profesores en ¡la lista del paro! Obviamente como todos sabemos que el coronavirus no se transmite en la escuela, porque lo dijo consejera, este gran número de bajas se debe sin duda a una peligrosa y más que probable epidemia de esguinces de tobillo.
Pero como les decía, todos los que estamos a pie de aula nos hacemos la siguiente pregunta: ¿por qué esas insistencia en mantener las aulas abiertas pese a que los que allí estamos podemos certificar que hay transmisión del virus? La explicación es sencilla y responde a una serie de catastróficas desdichas provocadas por las malas decisiones de nuestros políticos: en junio abrieron sin tener que abrir, por el turismo. Se nos coló el virus. Llegamos a septiembre con unos números con los que ahora, Alemania, ha confinado ya a la población.
Pues nosotros con esos números abrimos la escuela. ¿Por qué? Porque si en esas fechas hubieran cerrado la escuela, habría constituido una evidencia de que no habían hecho los deberes y los habrían corrido a gorrazos. Apostaron entonces por huir hacia adelante, apertura y porque yo lo valgo. Enseguida se vio que aquello no pitaba y para evitar sus responsabilidades políticas, comenzaron a falsear datos.
El falseo de datos provoca que no se hagan las pertinentes PCRs y se rastreen los casos debidamente, y eso, provoca que la pandemia crezca de manera silente. ¿Y ahora nos sorprendemos de este resultado? Confinen ya por Dios. Hagan una cosa bien que hasta en eso vamos tarde.
Ahí se lo dejo.
Jerónimo Tristante | Novelista