El eurodiputado murciano del PSOE, Marcos Ros, coge La Lupa de Metropólitan Daily.
Se han cumplido este fin de semana los 90 días de la invasión rusa en Ucrania y corremos el riesgo de acostumbrarnos, de sentir que las noticias sobre la guerra son siempre las mismas, de que la actualidad, con sus elecciones, sus triunfos del fútbol y otros avatares del día a día, nos haga olvidarnos de que en Ucrania siguen combatiendo, siguen cayendo bombas y muriendo personas, y siguen saliendo refugiados huyendo del horror.
Este estancamiento de la guerra en Ucrania bien podría tener una mirada positiva, sabiendo que los planes iniciales de Putin pasaban por una invasión rápida y global del país en tres o cuatro días de paseo militar, y han acabado por convertirse en un infierno para sus soldados, teniendo que replegarse hacia el Este del país.
Pero al margen de esta mirada, no caben más interpretaciones positivas de un conflicto bélico que se enquista, pues deja detrás de sí innumerables pérdidas y sufrimiento.
Pérdida de vidas humanas que van cayendo día a día. Aunque es difícil cuantificarlas porque en una guerra la información siempre queda muy dañada, llegará el día en que, cuando todo termine, nos sorprendamos de las cifras, y será muy difícil reparar las miles de historias familiares truncadas por una muerte.
Pérdida de bienes y recursos en un país que va quedando arrasado, destruido por los bombardeos, y que llevará años poder recomponer y reconstruir.
Sufrimiento de millones de refugiados que han tenido que emigrar, de los que apenas ya no se habla en los medios, ni en las portadas, ni en los reportajes de fondo. Millones de personas, fundamentalmente mujeres y niños, que están aquí con nosotros en la Unión Europea, lejos de su tierra, y con una vida destrozada.
Con todo ello, lo más peligroso de esta situación de acomodo es el debilitamiento de la respuesta unitaria europea, tan necesaria y tan contundente hace noventa días, y que ahora cada día cuesta más conservar.
Es posible que nos acostumbremos a todo, pero seguro que quienes están bajo las bombas, no se acostumbran. No nos olvidemos de Ucrania.