El biólogo, profesor y novelista, Jerónimo Tristante, coge la lupa de Metrópolis Daily y la pone sobre la Ley Celaá.
No me canso ni me cansaré de decir que nuestro principal problema no se llama “paro”, “coronavirus” o “recesión”, sino el bajo nivel formativo y profesional de nuestra clase política.
Si hay un ejemplo arquetípico de esto que digo es la Educación. Los dos partidos mayoritarios han sido incapaces de llegar ni al más mínimo acuerdo en las leyes educativas practicando una política de tierra quemada que implica anular al momento todo lo aprobado por el Gobierno anterior. Y digo yo: ¿ es posible avanzar así? No.
¿La ley Celaá? Pues tiene cosas malas y cosas buenas: la idea de que se pueda titular con asignaturas pendiente es, a todas luces, una barbaridad. Sobre el asunto de la Educación especial: en mi centro hay Aula Abierta y funciona de maravilla. Pero los docentes y los padres tenemos la mosca tras la oreja porque no es la primera vez que se anuncian medidas estupendas con cero presupuesto. Si abren más aulas abiertas, se dotan de medios y profesionales y no se cierran los centros de educación especial, será estupendo. Si no lo hacen así, me parecerá mal. El tiempo dirá.
Curiosa la postura del partido ultra que ha borrado de su web el programa donde apoyaba lo mismo que la ley Celaá.
¿Sobre la Religión? Si uno tiene fuertes convicciones religiosas
seguirá llevando a su hijo a Religión puntúe ésta o no para la nota final, ¿no? Entonces, ¿dónde está el problema? Una creencia religiosa que forma parte de la esfera personal no puede contar igual que una matemática o la lengua.
¿Y la concertada? Pues los padres de los alumnos, muchos de ellos en ERTE o en el paro agradecerán no tener que pagar esa “cuota voluntaria”, porque algunos tienen dos o tres hijos, y al final de curso se encontrarán con cuatro o cinco mil euros, extra. Esta ley ayuda, precisamente a esos padres, a que la educación de sus hijos sea gratuita.
Ahí se lo dejo.
Jerónimo Tristante | Novelista