Nuestro compañero Roberto Ramallo ha estado charlando con el nuevo capellán del Real Murcia, el joven sacerdote Miguel Tovar.
RR: ¿Cuándo y por qué recibiste la llamada de Dios para ser sacerdote?
MT: Dice el profeta Jeremías: «Antes de formarte en el vientre te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré».
Todos tenemos una vocación, un camino. La vocación es un regalo del Señor, un plan de amor, de paz y de alegría que Dios tiene para cada persona.
En mi caso, la vocación sacerdotal es el mayor regalo que Dios me ha hecho. Él pensó esto para mí desde siempre, y ser sacerdote es lo que me hace la persona más feliz del mundo.
Descubrir esta llamada ha sido un proceso de toda la vida. Siempre sentí una sensibilidad especial por ayudar, por buscar el bien y por encontrar a Dios. Pero fue en 2013, a través del testimonio de mi párroco y de un seminarista y un sacerdote que vinieron a hablarnos a clase de religión, cuando por primera vez sentí claramente la llamada del Señor al sacerdocio.
RR: ¿Cómo reaccionó tu familia y tu entorno ante la noticia de tu vocación?
MT: Con sorpresa, pero con mucha alegría. Siempre digo que el mayor regalo que me ha hecho el Señor, después de la vocación, son mis padres. Desde el primer momento me apoyaron, y durante los años de seminario y en esta primera etapa como sacerdote han sido un pilar muy fuerte para mí.
Mis amigos también me apoyaron desde el principio. A día de hoy seguimos viéndonos, tomando alguna cerveza de vez en cuando. Han venido a visitarme a mis destinos —Santiago de la Ribera en verano, ahora Caravaca—, y eso me llena de alegría.
Decía Santo Tomás de Aquino que “no hay nada en este mundo que deba ser más apreciado que la verdadera amistad”. Y es así. Mis amigos me lo demuestran cada día: aunque pensemos distinto o tengamos visiones opuestas, la amistad está por encima de todo.
Hoy soy lo que soy también gracias a ellos. Estar con mis amigos, cuidar esas relaciones, me ayuda mucho como sacerdote a tener los pies en la tierra y a vivir en contacto con la realidad.
RR: ¿Qué es lo que más te inspiró del mundo sacerdotal?
MT: El testimonio. El testimonio de otros sacerdotes, la belleza de una vida entregada a Dios y a los demás, y ver cómo el Señor colma de alegría el corazón de quienes se entregan por completo.
Ver cómo un hombre puede ser instrumento de paz, de misericordia, de perdón y de esperanza para otros fue algo que me impresionó y me atrajo profundamente.
RR: Ser joven y entrar en este mundo no es habitual hoy día. ¿Qué papel juega la fe en tu día a día?
MT: La fe es fundamental. No entiendo mi vida sin ella. Vivo mi día a día como cualquier persona, con mis alegrías y mis sufrimientos.
La diferencia está en que, en medio de las dificultades, la fe me da paz y alegría. Me da la certeza de que, pase lo que pase, nunca camino solo: Dios está siempre conmigo.
RR: ¿Cómo puede hoy la Iglesia acercarse a los jóvenes?
MT: Sinceramente, creo que la mejor forma es a través del testimonio. No hay mejor modo de anunciar el Evangelio que con una vida que lo haga visible. Los jóvenes no buscan discursos, sino testigos auténticos: personas coherentes, alegres y esperanzadas que vivan su fe en medio del mundo.
El testimonio de los sacerdotes, de las familias cristianas y de los propios jóvenes creyentes es el camino más eficaz para acercar a otros a Dios. Un matrimonio que se ama, un joven que vive su fe con alegría, un sacerdote que acompaña con sencillez… todo eso habla más alto que las palabras.
Por eso me gusta tanto ir al fútbol. Claro que voy porque me apasiona el Murcia, pero también porque es una forma de estar cerca de la gente. Allí, entre la afición, muchos se sorprenden al ver que un sacerdote está con ellos, viviendo su fe con naturalidad. Eso abre puertas: la gente descubre que los cristianos somos personas normales, con ilusiones y luchas, pero con una alegría profunda que nace de la fe.
Si la Iglesia quiere llegar a los jóvenes, debe hacerlo desde la autenticidad. Cuando un joven ve a otro joven cristiano feliz, o a una familia unida, o a un sacerdote cercano, se despierta la pregunta: “¿Qué tienen ellos que yo no tengo?” Y ahí comienza el encuentro con Cristo.
RR: ¿Cómo ves que ser sacerdote tan joven sea algo tan poco común hoy día?
MT: Es cierto que no es habitual que alguien se ordene sacerdote con 24 años, pero yo lo vivo con mucha alegría y con mucha naturalidad.
La vocación es un regalo del Señor, y cada uno la recibe cuando Él quiere. Ser joven me ayuda a estar cerca de otros jóvenes, a compartir con ellos sus inquietudes y a mostrar que ser sacerdote no es algo raro ni triste, sino una vida llena de alegría, sentido y esperanza.
Y si mi juventud sirve para acercar a otros a Dios, entonces todo merece la pena.
RR: Eres fanático del Real Murcia. ¿Qué significa para ti ser murcianista?
MT: Ser murcianista es algo fundamental en mi vida. Desde pequeño he sentido estos colores porque el Real Murcia me recuerda quién soy y de dónde vengo. Es una herencia que recibí de mi abuelo y de mi tío, y que llevo con muchísimo orgullo.
No concibo mi vida sin el Real Murcia: es el club de mis amores y una parte muy importante de mi historia personal.
Además, creo que ser murcianista es casi un estilo de vida. Sabemos lo que es sufrir, esperar, caer y volver a levantarnos. Y eso tiene mucho que ver con la fe: en el sufrimiento también se encuentra la esperanza, y después de la cruz siempre llega la alegría. Por eso el Real Murcia, más que un equipo, es para mí una escuela de vida.
RR: ¿Cómo vives los partidos? ¿Como aficionado o con más calma por tu papel sacerdotal?
MT: Siempre he sido un aficionado tranquilo. Me gusta ver el fútbol con calma, analizarlo, fijarme en los aspectos tácticos y disfrutarlo desde esa mirada más serena. Nunca he sido de los que se exaltan o gritan mucho.
Pero tengo que reconocer que ahora, como capellán del Real Murcia, lo vivo con mucha más intensidad interior. No lo manifiesto por fuera, pero por dentro lo sufro y lo disfruto mucho más. Las alegrías y las penas se sienten de otra manera, con más profundidad, porque al final uno quiere mucho a este club y a las personas que lo forman.
RR: Recientemente tuviste un encuentro con el nuevo Papa, León XIV, cómo fue el encuentro? Seguro le pediste, también, por tu Real Murcia…
MT: Sí, tuve un encuentro y me recibió el Papa al mes de estar ordenado Sacerdote, junto a mis padres. A los dos meses me volvió a recibir con mi Obispo y junto a los 6 sacerdotes ordenados en la Región en 2025.
Y sí, le dije que era capellán del Real Murcia y lógicamente le pedí al Papa por nuestro Real Murcia.
RR: ¿Cómo te ha recibido el club como nueva representación cristiana?
MT: La verdad es que me han recibido muy bien. Desde el primer momento fue el propio club quien tuvo la iniciativa de que formara parte de esta gran familia. Han sido ellos los que han querido que esté ahí, y para mí ha sido una alegría inmensa y un auténtico regalo.
Quiero agradecer especialmente a José Manuel Sánchez, una persona entregada al club durante toda su vida, un auténtico murcianista de corazón, siempre atento y cercano conmigo. También al director general, Paco López, y por supuesto a Felipe Moreno, con quienes mantengo una relación de cariño y respeto desde hace tiempo.
Ellos han mostrado ese deseo de dar cabida a la dimensión espiritual dentro del club, y yo lo he acogido con mucha ilusión, como una oportunidad preciosa que quizá nunca habría imaginado vivir.
RR: ¿Qué conexión encuentras entre tu fe cristiana y tu afición al Real Murcia?
MT: El Real Murcia, como el fútbol y como la vida misma, tiene mucho que ver con la fe. En el fútbol hay momentos de alegría, pero también de sufrimiento y de esperanza. Lo importante es mantenerse fiel y no rendirse.
En la fe sucede igual: hay momentos de cruz y de dificultad, pero también de resurrección, de alegría y de paz. Por eso, para mí, el Real Murcia es un reflejo muy bonito de la vida cristiana: en medio del esfuerzo y del sufrimiento, siempre hay esperanza… y al final siempre llega la alegría.
RR: ¿Le pides a Dios por el Real Murcia diariamente?
MT: Sí, todos los días. Cada vez que celebro la Eucaristía tengo una intención fija por el Real Murcia, por su gente y por toda la afición.
Le pido al Señor que los guarde y los proteja siempre, y a la Virgen de la Fuensanta que interceda por el club, por los jugadores, el cuerpo técnico, los trabajadores y todos los murcianistas. Y, por supuesto, también le pido que nos eche una mano —o mejor dicho, un cable— tanto en lo deportivo como en la vida.